Que ves cuando los ves...

“La información es demasiado importante como para dejarla en manos de los periodistas”. Pierre Bourdieu (*)
La transmisión por satélite, la multiplicación de las cadenas transfronterizas, la Internet, el correo electrónico, los blogs, el fax y el teléfono móvil celebran la llegada de una “sociedad de la información”.
Pero el aumento del control informativo por parte de los grandes conglomerados económicos, la importancia adquirida por las estrategias de comunicación en detrimento de la información propiamente dicha y la estrecha relación entre los medios de comunicación y la política, relativizan la viabilidad de un debate democrático en una sociedad donde la información está dominada por el poder del dinero y la promoción de intereses privados.
Los monopolios mediáticos regulan, concentran y se reparten porciones del mercado de la información, y establecen acuerdos tácitos (defensa corporativa) destinados a no producir ni difundir noticias que afecten a sus intereses comerciales. Por eso, desde diferentes segmentos del mercado y con distintos estilos editoriales, coinciden en los mismos ejes "informativos" del día, recreados masivamente y sin ninguna competencia que proponga alternativas de noticias diferentes. De esta manera, cinco multimedios capitalinos imponen -a nivel nacional- lo que "es noticia" y lo que "no es noticia" nivelando las necesidades de consumo dentro de sus pautas de interés comercial. Como los medios de comunicación responden a los intereses del capital, la noticia ya no es un bien social sino una mercancía. El objetivo de las empresas periodísticas es aumentar sus audiencias para acrecentar los ingresos por publicidad y así tener mayores ganancias. Entonces la información es sustituida por el espectáculo; la profundidad por la superficialidad. “Periodismo Independiente” o “Lo que usted debe saber para estar informado” son los mentirosos slogans de los noticieros que salen a cubrir robos y crímenes y no lo realmente importante.
Se argumenta que la televisión está para entretener pero lo que se hace es distraer, ocultar, hacer olvidar. Si hay un piquete, una manifestación en la calle, el movilero estará más preocupado en advertir rápidamente a los televidentes “que no vengan por esta zona porque el tránsito es un caos” antes que presentar el motivo de dicho reclamo. Podemos buscar ejemplos en cualquier terreno periodístico, en todo tiempo y lugar. Se habla de la papelera Botnia pero nada de las diez papeleras que existen en nuestro país, y mucho menos de quiénes son los mayores consumidores de papel. La famosa "valoración de las noticias" (la decisión empresarial de publicar ciertas informaciones y desechar otras) está orientada a comercializar sólo aquellas noticias que no perjudiquen los respectivos intereses de los grupos de poder que eventualmente favorecen y/o financian el desarrollo empresarial del holding mediático.
La “inseguridad” es el gran tema que instalaron los medios ya hace años para que, mientras tanto, los hechos de corrupción continúen en nuestras narices y se afiance la marginación y represión de toda voz disidente.
Los medios manipulan la conducta social con objetivos políticos y represivos. Son verdaderos ejércitos de ocupación instalados en la conciencia de la sociedad. ”El dominio y la represión militar -utilizados por las antiguas dictaduras militares digitadas por Washington- fueron sustituidos por las campañas masivas de acción psicológica orientadas a destruir o a reprimir a los movimientos de resistencia popular” asegura el periodista Rodrigo Guevara en su libro “Conociendo al enemigo”.
El disidente más destacado de los Estados Unidos, el lingüista Noam Chomsky, señalaba ya hace años que el cuadro del mundo que los medios presentan a la gente “no tiene la más mínima relación con la realidad, ya que la verdad sobre cada asunto queda enterrada bajo montañas de mentiras”. Mentiras que sirvieron en la Argentina, por ejemplo, para reventar las empresas públicas con el apoyo mayoritario de la gente que repetía como los loros: “Sí, hay que privatizar, hay que privatizar”.

Una historia vergonzosa

En 1977 despuntó el monopolio mediático en la Argentina. En el libro “La Noble Ernestina. El misterio de la mujer más rica del país”, el periodista Pablo Llonto afirma que Videla, Massera, Agosti y Martínez de Hoz aprobaron que Clarín, La Nación y La Razón compraran la empresa estatal Papel Prensa y monopolizaran de ese modo el negocio del papel para diarios y su distribución.
La misma dictadura decretó el 15 de setiembre de 1980 la Ley Nacional de Radiodifusión Nº 22.285, que sentó las bases para una futura privatización de la prestación de los servicios de radiodifusión -en manos del Estado a la fecha de sanción- y que aseguró al gobierno militar la posibilidad de mantener un férreo control sobre los contenidos. A cambio de silencio fue que los militares entregaron Papel Prensa a los grandes diarios.

El gobierno menemista sorprendió con sus políticas neoliberales, que incluyeron las privatizaciones y la reducción del papel del Estado, el mercado como núcleo central y, en primer lugar, la comunicación. Privatizó primero los canales de televisión porque los necesitaría para machacar “democráticamente” con el discurso privatizador y tapar un proceso plagado de corrupción. En 1990 Menem reemplazó el inciso (b) del artículo 45 de la Ley de Radiodifusión que impedía a las empresas periodísticas editoriales ser permisionarias de canales de TV o radios; y los incisos (a) y (c) del artículo 46 que disponían que el "objeto exclusivo" de un licenciatario debía ser la radiodifusión y que no podía haber más de 20 personas integrando las sociedades radiodifusoras. La supresión de esos obstáculos provocó una acelerada concentración de medios de comunicación masiva en manos de unos pocos y consagró a éstos como factor de poder. Cuando Clarín comenzó a soltarle la mano, Menem se lamentaría de semejante regalo hecho a los medios.
Ya con Eduardo Duhalde en la presidencia, el Congreso aprobó en 2002, la modificación de la Ley 24.522 de Concursos y Quiebras, extendiendo plazos de negociación y evitando que un acreedor se apropiara de una compañía con anterioridad a una eventual quiebra. Esta decisión venía siendo empujada por Clarín desde hacía tiempo. Lo mismo que la pesificación, pues la deuda de 3000 mil millones de dólares que el “gran diario argentino” tenía con acreedores extranjeros se redujo así a una tercera parte. Favoreció tanto al multimedio de la Noble que la nueva norma fue bautizada "Ley Clarín".
El artículo 45 también establece que sólo el Estado y firmas comerciales pueden ser licenciatarios de las frecuencias radioeléctricas, lo cual perjudica a las organizaciones sociales y a las radios comunitarias ya que la actual legislación no regula en ese sentido. La Corte Suprema de la Nación declaró en 2003, la inconstitucionalidad de tal artículo, “al excluir de un modo absoluto, sin sustento en un criterio objetivo razonable, a determinadas personas jurídicas de la posibilidad de acceder a una licencia de radiodifusión, por no haberse constituido en una sociedad comercial, pues ello importa en definitiva, una irrazonable limitación al derecho a expresarse libremente y de asociarse o no hacerlo". Sin embargo, el artículo no se modificó.
En enero de 2005 vencían las licencias otorgadas por Menem. El decreto 527, de mayo de ese año, le otorgaría diez años más a los licenciatarios de radiodifusión, tanto a los que ya se les vencía, como a los canales de TV y emisoras FM que habían recibido su licencia hacía meses, como el caso de Mario Pergolini. “Suspéndense por el plazo de diez años los términos que estuvieren transcurriendo de las licencias de servicios de radiodifusión o sus prórrogas previstos en el artículo 41 de la Ley Nº 22.285 y sus modificatorias”. El nuevo obsequio consolidó la concentración en la propiedad de los medios en la Argentina.
En 1997, Serge Halimi, periodista estrella del diario francés Le Monde Diplomatique, acusó en su libro “Los perros guardianes”, a los 30 periodistas franceses más conocidos, de amplificar la voz del poder económico y político, erigirse en profesores de moral y censurar el pensamiento crítico con la ’utopía ultraliberal’. Hagamos una lista con los 30 periodistas argentinos más influyentes y veremos que la situación es la misma. Como Bourdieu, Halimi cree que ’la información es demasiado importante como para dejarla en manos de los periodistas’, y lleva esa máxima al límite al proponer la desaparición de una profesión que califica de ’corrupta, plagiaria y mercenaria’.
Juan Ayala

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Martin pase por el blog y la verdad me lleve una sorpresa por la nota sobre medios. Generalmente los medios de comunicación han estado fuera de la agenda política y es necesario que comiencen a estarlo. Es necesario replantearse qué queremos comuicar y quienes tienen el monopolio de la palabra que hay que recuperar.
Un dato, de todos los sectores que han hecho su "autocritica" del proceso (fingida o no) solo los medios de comunicación no la han hecho y han seguido como si no hubieran sido tan responsables y parte de la dictadura y de la fiesta neoliberal de los noventa. No vemos y espero el numero
Eduardo